lunes, 20 de febrero de 2012

El Exorcista

“Somewhere between science and superstition, there is another world. The world of darknes”

Hay algunas películas que logran trascender por la calidad de su técnica y su narrativa como es el caso de “El ciudadano Kane” (1941), hay otras que trascienden por la calidad de su historia y de sus emociones, como “Ladrón de bicicletas” (1948), pero hay algunas pocas que logran conjugar tanto un ambiente expresivo idóneo, como una historia potente, y por lo general estas cuantas películas se convierten en las bases para el desarrollo de sus respectivos géneros.

En el Exorcista encontramos una película generalmente considerada como el mejor filme de terror de la historia gracias al manejo de un mensaje fuerte y profundo, y al buen desarrollo del tema.

La película a diferencia de muchas otras de este género no se basa en miedos inmediatos, no toca fobias, ni se expresa directamente a través del gore o la violencia, sino que construye momentos a través de simbolismos, más al estilo del cine de suspenso, sin embargo de manera muy inteligente la película se transforma en una sola locación pasada la primera mitad y a partir de ese momento es un filme bastante agresivo y, en su más resiente entrega sin censura, con muy pocos instantes dejados a la imaginación.

La historia gira en torno a Chris Mac Neil (Ellen Burstyn) una actriz que viaja a Washington durante la filmación de una película, y su hija Regan Mac Neil (Linda Blair) quien comienza a sufrir de extraños arrebatos de violencia, preocupada y al no poder encontrar ayuda médica Chris busca a dos sacerdotes, el padre Merrin (Max von Sydow) y el padre Karras (Jason Miller) con la esperanza de poder recuperar a su hija.

El director William Friedkin manejó una narrativa muy similar a la empleada en la época, con cortes bruscos y pocos movimientos de cámara, lo que en su momento dejaba muchas cosas a la interpretación del espectador, sin embargo el Exorcista cuenta con un punto muy importante que logra hacer que la película trascienda, al final todos los momentos cierran en un clímax bastante fuerte, sin dejar nada inconcluso, la película se entiende a pesar de el ritmo “forzado” propio de los 70s y para cuando concluye esto se siente más como un acierto o como una verdadera genialidad para incomodar en todo momento al espectador, que como una carencia de ritmo.

Otro punto muy importante del filme es la música, creada por Steve Boeddeker, y utilizada en momentos bastante tranquilos de la historia permite poner nervioso al espectador varios minutos antes de que suceda el primer incidente. Además de que no hace falta mencionar la trascendencia del tema original del filme.

Como mencioné en la primera parte de este artículo la película se basa en simbolismos, mucho antes de comenzar la narrativa de la trama, antes siquiera de que arranque la secuencia de créditos iniciales el director nos presenta dos imágenes muy sencillas pero a la vez muy fuertes. En la primera vemos como se apaga la luz del cuarto de Regan, diciéndonos que se está perdiendo en la oscuridad y la siguiente imagen es la de una figura de una virgen en una iglesia rezando, mostrándonos al mismo tiempo al enemigo y la única forma de vencerlo.

De esta misma forma es llevada toda la narrativa a lo largo del filme que esta plagado de pequeños significantes y al mismo tiempo de pequeñas tomas construidas en base a imágenes fijas que aparecen de repente como por ejemplo la imagen demoníaca a través de toda la casa.

El filme se consolidó como un clásico instantáneo que marco época y en su momento se requirió de la presencia de ambulancias fuera de las salas en algunos países por el nivel de impacto que causaba en los espectadores.

La película es muy recomendable por si sola, tanto por manejar una muy buena narrativa como por la calidad de la historia y sin mencionar que es la película de terror que más dinero a ganado en la historia del cine, además de que cuenta con este extraño fenómeno que le otorga una imagen aún más macabra con el paso de los años y la identificación de los simbolismos por la forma en que estos trascienden con el tiempo.

Por Daniel

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